viernes, 20 de noviembre de 2009

Santiago y sus dos caras




Quien diga que todos somos iguales y que las condiciones y oportunidades son para todos de la misma manera, es porque claramente no se ha dado una vuelta por Santiago (sin querer sonar centralista). Es que nuestra capital es el mejor ejemplo que la moneda tiene dos caras.
Por cuestiones de rutina, estudios y amistad últimamente me muevo más por el sector oriente, la parte linda de la ciudad. Transito en donde el crecimiento económico sí se aprecia, los lugares en donde te llegas a apunar de tan alto que estás y la réplica exacta de una ciudad cosmopolita en la que la tecnología y limpieza se unen para hacerte sentir extranjero en tu país.

Estos últimos días tuve que darme algunas vueltas por el centro, pasar por sectores populares como La Vega ( que simplemente amo) y Mapocho. Por un rato sentí que toda la opulencia y grandeza de la que tanto hablamos y nos llenamos simplemente no existía. Gente sentada en las escaleras del Metro pidiendo limosna, vendedores ambulantes con niños en coche en pésimas condiciones, personas con malformación postrada en la vía pública es una especie de respiro de realidad que nos hace ver qué tan alejados y ajenos estamos de ese mundo, pero que aunque lo queramos negar es algo que debemos aceptar.

Ayer mientra caminaba por Pedro de Valdivia en Providencia, en un semáforo me tocó ver algo que me incomodó bastante y no en el mal sentido de la palabra. Un señor que no tenía piernas estaba arrastrándose en un carrito pidiendo monedas en la calle, no sé si me molestó la indiferencia de los demás o sentí compasión por su condición. Fue extraño ver a alguien así en un sector donde todo es "lindo", que incluso llegaba a desentonar el sector.


Me considero una persona afortunada porque he tenido la suerte de conocer dos mundos, en los cuales estuve de cierta manera. Desde pequeña conocí una realidad que si bien no es la más cruda, si fue una de las más esforzadas a la que hoy acostumbro a vivir. Mis papás siempre nos llevaron a La Vega para acompañarlos en su local y ya por razones de estudios universitarios tuve que aprender a convivir en la "burbuja" que muchos le llaman, con mucho esfuerzo logré adaptarme a un mundo que no era de mi agrado pero que sin embargo tampoco puedo decir que es totalmente parte de mi vida.


Saber que de Plaza Italia para arriba hay un mundo simplemente maravilloso y donde todo es verde y de colores fuertes. Por donde las personas transitan con ropa a la moda y parecieran ser sacados de un comercial de la familia perfecta e incluso hasta los perros que ves son lindos, es algo que te hace la vida placentera. Pero también estar consciente que si caminas un poco más abajo de Baquedano y llegas a la altura de Universidad de Chile y te adentras en sus calles, verás gente que no entiendes cómo puede vivir de esa manera. Notar que hay niños que en vez de estar en sus casas jugando, deben acompañar a sus padres porque éstos no entienden que ellos no debieran trabajar y mucho menos es su obligación. Llegas al punto que te frustras y no sabes qué hacer ni a quien culpar.

Me gusta poder vivir en los dos lados y no por capricho. Será porque tal vez influye en mi formación como persona o porque sé muy bien en dónde estoy parada y eso es algo que muy pocos podemos decir.