domingo, 20 de septiembre de 2009

Autorreferencia


Mi certificado de nacimiento dice que tengo 21 años, aunque actúo como una niña de diez. Poco puedo pretender que soy una mujer adulta, cuando aún río con los dibujos animados y mi pieza está llena de peluches.
Soy de risa fácil pero sonrisa esquiva y las pocas locuras que hago
es algo que no quisiera perder nunca.
Me gusta comer dulces hasta el punto de quedar pegote, aunque al rato después el exceso de azúcar causa sus consecuencias.
Nunca me he enamorado, me acostumbré a la independencia de estar sola
pero a veces me gustaría tener a alguien sólo para poder saber qué siente.
Si pudiera, viviría todo el día conectada a mis audífonos escuchando música,
es que hay canciones que llegaron a ser mi obsesión de por vida.
Estoy acostumbrada al ritmo rápido de la ciudad, pero mis ratos de paz son necesarios todos los días, de alguna manera logro realizarlos aunque sea por un momento.
Sarcasmo e ironía son mi sello personal, llegando a ser mi defensa en situaciones que no son de mi agrado. Pero a veces me pueden jugar en contra, siendo mi mayor fragilidad.
No tolero la estupidez, una cosa es no saber pero otra es ser un imbécil por excelencia, personas así llegan a ser un gasto de oxígeno innecesario en este planeta.
La crítica es mi deporte favorito, aunque no me gusta escucharlas hacia mí, es algo que debo mejorar pronto si quiero ser escuchada también.
La insensibilidad de algunos me pone mal, ¿Por qué tanta maldad cuando todos vivimos juntos?
Respeto es una palabra que trato de practicar todos los días, aunque tengo mis arranques, todos somos iguales sin importar color, clase, educación o qué sé yo.
Confieso que no creo en el matrimonio, lo que me rodea me reafirme mi teoría que el amor para toda la vida es algo casi imposible de lograr.
Siempre he dicho que a los 25 quiero mi primer hijo, sin importar si tengo pareja o no, ser madre es algo que quiero disfrutar siendo joven.
Aprendí aceptar que la vida tiene muchas vueltas y es muy corta para sufrir porque sí, de toda caída siempre se aprende algo y lo más valioso es volver a pararse.

martes, 1 de septiembre de 2009

Toda Mafalda





Hace poco en Buenos Aires se presentó la estatua de la caricatura de Quino, Mafalda. La pequeña se encuentra ubicada en uno de los barrios más transitados de la capital argentina, en donde se la ve sentada sonriendo y con su característico atuendo. La irrupción de Mafalda en las tiras cómicas, fue una de las mejores críticas a la sociedad argentina y latinoamericana de la época. La nena que odiaba la sopa se dedicaba a reflexionar constantemente sobre los cambios que ocurrían a nivel mundial y dentro de su vida de una niña de seis años. El mayor atractivo de esta historieta es este último detalle, pocas veces vemos a alguien tan "inocente" hablando de los males que aquejan a nuestra sociedad, la excepción podría ser Stewie Griffin (Padre de Familia), el bebé de un año que tiene una tendencia sexual muy extraña y una visión de mundo bastante particular.
A pesar de que han pasado varios años desde que fue creada, Mafalda fue la heroína de mi infancia(el título de este blog, es una cita de ella). La primera vez que tuve la oportunidad de leerla fue a los diez años, recuerdo que mi mamá un día llegó a la casa con un libro grande con todas sus historietas, me dijo que ella también lo leyó cuando era una niña y desde entonces mi afición por esta nena no ha parado. Lo que más me llamaba la atención es que una niña, pudiera comprender el mundo de manera tan racional e interpretarlo para que yo supiera sobre procesos que ni siquiera viví. Dentro de la historieta, también se deben rescatar los personajes, quienes representan diversos sectores de la sociedad. Mi favorita es Libertad, al igual que Mafalda, esta pequeña (de tamaño y edad) defendía firmemente sus convicciones y sus críticas hacia el mundo fueron algo que siempre agradecí. En tanto otro de mis favoritos es Manolito, comerciante por donde se le mire incluso sería capaz de sacar provecho de alguna situación adversa pero a pesar de todo, siempre fiel a sus amigos (aunque tuvo sus encontrones con Susanita).
Podría decir que fue gracias a Mafalda que decidí estudiar periodismo, la influencia de ella siempre ha estado presente en mí, la ironía, sátira y críticas al mundo en general empezaron a formar parte de mi vida desde muy pequeña. Mafalda no sólo me enseñó a que durante los setenta hubo una disión mundial por las ideologías o que mientras nosotros dormimos los chinos trabajan como locos. Gracias a ella aprendí a ver más allá de lo que el común de mis pares veía, por ella empecé a aprender un poco más de política y a poner atención a procesos que a mi edad no tenían por qué importarme. Es por esto que me declaro una seguidora incondicional de Mafalda (si hasta pensé en tatuarmela hace un tiempo), después de 11 años de haber tenido por primera vez el libro en mis manos, me doy cuenta que mi mamá no me la regaló antojadizamente, me estaba preparando.